

Todo junto está como comprimido, pero esta sensación queda compensada por la sorprendente armonía del conjunto de todas estas plantas en un espacio proporcionalmente tan reducido. Decididamente, el color que nos envuelve es el verde. Un verde intenso, vivísimo, que cambia en mil tonalidades y a través de cual se tamiza la luz del sol.
La parte más luminosa de los jardines, muy soleada y amplia, es la que está situada junto al Palau Robert. Más allá, dos grandes tiras de sablón, que en algunas zonas se ensanchan formando pequeñas placetas de reposo, separan los dos parterres laterales del central. Todo es silente, reposado. Muy ordenado.
Los aficionados a la botánica tienen en los Jardines del Palau Robert un buen lugar en el que contemplar ejemplares centenarios de árboles y palmeras -algunas proceden de los ajardinamientos realizados en el Parque de la Ciutadella con motivo de la Exposición Universal de 1888- y especies bastante exóticas en Barcelona, como el Cyathea australis, un helecho de grandes dimensiones originario de Tasmania.
Fotografia: Andres Mauri
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